Neumonía por COVID-19

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La “neumonía” asociada a la COVID-19 es hoy objeto de estudio en todo el mundo. ¿Puede prevenirse?, ¿cómo se combate?, ¿cómo es su evolución? Te explicamos lo que se sabe hasta ahora de esta enfermedad.


La neumonía es una infección del pulmón que puede ser causada por múltiples microorganismos; los más comunes son las bacterias y los virus que se encuentran en el aire que respiramos.

La diferencia fundamental entre neumonía bacteriana o vírica es el organismo causante. Antes de la aparición del Sars-CoV-2, en diciembre de 2019, las neumonías más comunes eran las bacterianas: de cada diez neumonías, ocho eran bacterianas.

Las neumonías bacterianas se tratan con antibióticos, un medicamento que resulta ser eficaz en la gran mayoría de los casos. Sin embargo, para combatir las neumonías víricas lo único que se puede hacer es administrar un tratamiento sintomático y de cobertura profiláctica. Esto significa que se va disponiendo el tratamiento a medida que aparecen los síntomas: si hay fiebre, se administran antipiréticos, si se presenta dificultad respiratoria, se administra oxígeno, etc.

¿Se pueden prevenir las neumonías?

Las neumonías no pueden prevenirse de forma absoluta, ni las bacterianas ni las víricas, aunque es cierto que existe una prevención relativa que se basa en el sentido común. Llevar un estilo de vida saludable (seguir una dieta rica en frutas y verduras, practicar ejercicio, no fumar); evitar cambios bruscos de temperaturas (no ir demasiado abrigado cuando hace calor ni desabrigado cuando hace frío); y, por supuesto, seguir las medidas básicas de higiene (evitar el contacto con personas que tienen alguna infección, lavarse las manos de forma habitual, usar mascarilla, mantener la distancia social…) puede ayudar a prevenir esta enfermedad.

¿Cómo es la neumonía que produce el Sars-CoV-2?

Se trata de una neumonía vírica, pero totalmente distinta a las neumonías víricas habituales previas a la situación de pandemia en la que estamos ahora mismo. Hasta que llegó el Sars-CoV-2, los virus más habituales que provocaban neumonía eran el influenza virus (el A y el B), el parainfluenza virus, el adenovirus y el virus respiratorio sincitial. La neumonía producida por ellos manifestaba su presencia entre las 48 y las 72 horas. Sin embargo, la neumonía producida por el Sars-CoV-2 da la cara mucho más tarde, ya que su malignidad empieza a debutar a partir del sexto-séptimo día o, incluso, más tarde, en el décimo-duodécimo día. Esto puede dar la sensación de que el paciente está mejorando cuando, en realidad, está empeorando sin sintomatología. Además, tal y como explican en un estudio publicado por la revista Nature (Circuits between infected macrophages and T cells in SARS-CoV-2 pneumonia1) la afectación vírica en neumonía por la COVID-19 presenta mucha mayor agresividad respecto a otros cuadros de neumonía virales.

La neumonía en la segunda o tercera ola de esta pandemia ¿es diferente a la de la primera ola?

La neumonía en sí es la misma, lo que ha variado un poco es el organismo causante de esa neumonía, lo que se conoce como “cepa”. Las cepas actuales están provocando una contagiosidad mayor y, aunque aún se están investigando, parece que también una agresividad mayor.

Las nuevas cepas de coronavirus ¿son más peligrosas para los pulmones?

Todavía no existen estudios que puedan determinar la peligrosidad de la afectación respiratoria de cada una de las cepas. Sí se sabe que hay algunas cepas de Sars-CoV-2 que son más agresivas y mucho más contagiosas (como la cepa británica), pero, en lo que se refiere a los pulmones, aún no se ha demostrado nada.

Después de una neumonía por COVID-19 ¿qué probabilidad hay de que queden secuelas en los pulmones, y de qué tipo?

En lo que respecta a la neumonía que provoca el Sars-CoV-2, podemos decir que la resolución suele ser casi completa en la mayoría de los casos. Parece que el abanico terapéutico que se está empleando (corticoides, monoclonales, ventilación mecánica…), está consiguiendo que las secuelas no sean significativas y que la mayoría de la afectación respiratoria se resuelva.

Sin embargo, no hay que olvidar que hay un pequeño porcentaje de personas que, por desgracia, sufren lo que es una neumonía grave, con síndrome respiratorio agudo severo que, en algunos casos, conlleva un pronóstico nefasto. Cabe señalar que el uso prolongado de soporte respiratorio puede producir cierto endurecimiento de la arquitectura pulmonar, que desemboca en falta de aire que se presenta, sobre todo, al hacer esfuerzos.

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Referencias:

1 Grant, Rogan A. y col. Circuits between infected macrophages and T cells in SARS-CoV-2 pneumonia. Nature. Febrero 2021.